Luz en la oscuridad


Hace añares que no se las ve más iluminando la noche. Pequeñas y pintorescas intrusas, son ya un vago recuerdo en los dominios del cemento. Las luciérnagas desaparecieron, o al menos yo no las ví más. Algunos dicen que huyeron del humo y del ruido. Otros, en cambio, afirman que se fueron a pueblos más pequeños, sin semáforos ni postes, donde su luz es bienvenida por las noches, y en donde crean con su intermitencia una especie de arbol de Navidad gigante, de varios kilómetros de extensión. Bicho raro, si lo hay, y a la vez encantador.

Según parece, los bichitos de luz viven en zonas húmedas y cálidas, donde las larvas tienen mejores condiciones para alimentarse. En la Argentina, si bien se encuentran distribuidas en varias provincias, abundan en el Noreste, principalmente en Misiones. Allí existe una leyenda que relata la aparición de estos peculiares insectos. Según la historia, Isondú, el guaraní más virtuoso y bello de todos, era motivo de envidia del resto de los hombres, los cuales le tendieron una trampa en medio de la selva, y, al capturarlo, lo humillaron y mataron a golpes. Cuenta el mito que de las heridas de Isondú se encendieron pequeñas luces que se multiplicaron y se expandieron por toda la selva, dando origen a las luciérnagas o "isondúes", término por el cual aún se las conoce.

Son las luciérnagas hembra las que nos sorprenden con sus pequeñas descargas de luz, a partir de un proceso biológico que se conoce como bioluminiscencia -propio también de otros animales, como la anguila o las medusas-. Lo hacen para atraer a los machos que vuelan en las cercanías. Cuando ya no quieren más lola, dejan de titilar y se acaba el espectáculo.

Recuerdo muy bien mi primera experiencia con este singular coleóptero. Fue durante mi infancia, cuando se escabulló una en mi pieza en plena madrugada. Junto con mis hermanos, que también desconocían su existencia, resultada aterrador ver cómo se iluminaba el cuarto por completo cada diez segundos. Tras juntar coraje, nos levantamos en plena oscuridad y despertamos a mi papá para que se enfrentara al misterioso invasor. Al encender la luz de la habitación, encontramos en una esquina al diminuto insecto, carente ya de su encanto nocturno y convertido en un bicho más. Pobre hembra, pienso hoy: sólo buscaba amor.

Ojalá algún día vuelva a tener el placer de sorprenderme con una. Cálidas invitadas de la noche, nos ofrece con su singular comportamiento una pequeña lección de vida. Pues enseña que, aún en la inmensa oscuridad, siempre puede haber un poco de luz.

3 comentarios:

Bel Caramanti dijo...

Ay, es cierto!! Extraño los bichitos de luz!!! Hace unos años me sorprendí cuando en el parque de mi casa apareció una nube de luciérnagas... que duró unos escasos 10 minutos antes de dispersarse. Acaso aparecieron esa noche para hacer evidente su desaparición.

Bel Caramanti dijo...

En estos días he aprendido varias cosas interesantes sobre la bioluminiscencia de los bichitos de luz!

Lo más técnico es que para que se produzca la bioluminiscencia, se necesita la proteína luciferina, la enzima luciferasa, oxígeno molecular y ATP (Trifosfato de adenosina). Parece ser que el oxígeno oxida la luciferina, la luciferasa acelera la reacción y el ATP proporciona la energía para que se convierta en luciferina oxidada.

La reacción completa se produce en menos de un milisegundo y se mantiene mientras el organismo permanezca excitado. Según las distintas especies de animales la composición química de la luciferasa y de las luciferinas varía, lo que produce colores distintos.

Pero no sólo en distintas especies de animales varías. Parece ser que también hay distintas variedades de bichitos de luz, y cada una de ellas, para atraer a los miembros de su propia especie, tiene su propio patrón de luminosidad, variando desde apenas únicos destellos hasta series de flashes de distintas frecuencias.

Me pregunto: los humanos tendremos alguna habilidad equivalente que nos sirva para atraer a nuestras almas gemelas?

Bueno, me voy a seguir investigando sobre la bioluminiscencia...

Destaco dijo...

Excelente aporte! Me parece que los humanos damos señales permanentemente, aunque cada vez son más tontas y superfluas. Hoy todo el mundo quiere parpadear y llamar la atención del resto...y cuando uno se acerca, los resultados son decepcionantes. Hoy creo que las luces más tenues son las más interesantes.