Reflexión personal sobre el día de la Memoria por la Verdad y la Justicia

"No es el honor militar lo que aquí está en juego, sino precisamente la comisión de actos reñidos con el honor militar. Y, finalmente, no habrá de servir esta condena para infamar a las Fuerzas Armadas, sino para señalar y excluir a quienes las infamaron con su conducta. Señores jueces: quiero renunciar expresamente a toda pretensión de originalidad para cerrar esta requisitoria. Quiero utilizar una frase que no me pertenece, porque pertenece ya a todo el pueblo argentino. Señores jueces: ‘Nunca más’”.



Éste es el final del discurso del fiscal Julio César Strassera del 22 de abril de 1985. Qué interesante resulta en estos tiempos insistir en diferenciar a las Fuerzas Armadas (entendidas como institución) de la última dictadura militar (como el último gobierno terrorista). Considero que es un paso adelante para terminar con una rivalidad que insinúa con eternizarse entre militares y grupos de izquierda.

Los primeros tienen por delante la responsabilidad de aceptar las consecuencias de los hechos históricos y de realizar una profunda autocrítica respecto del accionar de las Fuerzas Armadas en el pasado. Así como el católico crítico reconoce las atrocidades que ha cometido la Iglesia en ciertos momentos de la historia, pero no por ello deja de ser creyente; o el investigador que admite las barbaridades que se llevaron a cabo en nombre de la ciencia; así como otros tantos ejemplos, el militar debe sincerase y condenar él mismo el nefasto proceder que ha ejecutado el llamado Proceso de Reorganización Nacional.

Ello no significa de ninguna manera que traicione a la institución que lo contiene. Por el contrario, equivale a revalidar la imagen del militar íntegro, aquél que dedica su vida al servicio y defensa de la Patria y de quienes la habitan.

Un replanteo igual de profundo deberán hacer los segundos. Dentro de este grupo no puede incluirse a familiares y amigos de las víctimas de la dictadura: su dolor indescriptible los acompañará siempre, y difícilmente –salvo casos excepcionales- podrán cerrar ese capítulo para comenzar uno nuevo, aquél que tanto necesita nuestra sociedad.

Sí, en cambio, recae en aquellos que nos proclamamos defensores de los derechos humanos la responsabilidad de orientar correctamente nuestra memoria colectiva. El día de la Memoria no constituye un espacio de venganza ni de reivindicación histórica. La historia no se arrepiente: es lo que pasó y no se puede cambiar. Pero es justamente la memoria de nuestra historia lo que nos va a permitir desarrollar una sociedad más justa y tolerante.

La memoria es la conciencia del pasado, lo cual no significa trasladar este último al presente. La consecuencia de esa mala interpretación es tan grave como evidente: viviremos del pasado.

La justicia, es sin dudas, un modo de honrar la memoria. Pero nunca debe hacerse a través del odio y el rencor. La Argentina de hoy parece una cacería de brujas: los montoneros del poder en busca de militares, algo así como los judíos hicieron y continúan haciendo con los nazis. El auténtico defensor de los derechos humanos debe movilizarse por emociones distintas y evitar dejarse arrastrar por los discursos triunfalistas cargados de rencor. Repito la máxima: hacer justicia para honrar la memoria. No para encontrar nuevos vencedores.

Ojalá que, poco a poco, podamos reencontrarnos como pueblo.

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